lunes, 2 de abril de 2012

El taoísmo hoy

El Tao no es una doctrina antigua; como da respuesta al ser natural de las cosas está más vigente que nunca.

El taoísmo nos enseña quienes somos y cuál es nuestro lugar en el cosmos.

No somos seres sociales, sino naturales.

No somos seres aislados, sino que estamos insertados en el Todo, al que habremos de servir y por cuya armonía, velar.

Quienes violentan el cosmos a fin de satisfacer sus irrefrenables deseos de pasión y de poder se construyen para si mismos un infierno.

Cuando la 'felicidad' se confunde con los placeres ególatras, con el puro bienestar hedonista y la gran posesión de bienes materiales, el Tao nos recuerda que la dicha consiste en la apertura de nuestros ojos, de nuestra sencibilidad y de nuestra mente.

A la tendencia de la actividad que domina por doquier, de la manía de reclamar derechos y la obsesión de acumular bienes que tiranizan al hombre, el Sabio responde que en la vida sana y armónica el "ser" prima sobre el "tener y el hacer".

Los deberes priman sobre los derechos, comenzando por el deber de respeto al orden cósmico.

Y en este sistema social sumido en la angustia y la ansiedad, atenazado por los miedos, el pesimismo y la desconfianza, el Tao nos devuelve la fe en el orden universal y nos anima a la gran aventura espiritual para que la existencia sea digna de ser transitada.

Enfrentados a todas las modas culturales en derrumbe, el Tao propone como alternativa una profunda descentralización social y personal a fin de otorgar un mayor margen posible a la autonomía, la espontaneidad y la libre iniciativa, ya que sólo viviendo el individuo en forma relajada pueda hacerlo en armonía consigo mismo, con los demás y con la misma naturaleza.

Nos ayuda también a recuperar la visión de la perdida unión, pues la fragmentación es el punto crucial de esta sociedad moderna y desquiciada y un signo capital de su crisis. Los días se hallan desgarrados por miles de tensiones y conflictos y la doctrina del Tao nos devuelve su visión integradora y nos señala una vez más el modo de lograrlo.

Hoy -como ayer- el Tao se yergue imperturbable, majestuoso, con el fin de guiarnos hacia el equilibrio interior. Sus principios siguen siendo vigentes y cual un profundo eco de la conciencia universal nos invita con su voz silenciosa a gozar de un mensaje de esperanza. Es un camino que nace de la Verdad y a la Verdad nos conduce, permaneciendo a la espera de aquellos seres audaces que estén dispuestos a recorrerlo con ánimo de aventura y perseverancia.

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