La Tierra
está dotada de todo lo que necesitamos, y nosotros hemos sido regalados con toda clase de facultades
y atributos, pero pareciera que la vida lo único que hace es ponernos pruebas;
tenemos todas las cualidades para superarlas, pero depende de nuestro propósito, constancia y esfuerzo
conseguirlo. La vida no
nos dará un premio por ello, aunque hay un sutil beneficio en lucidez, aplomo, liviandad,
seguridad, falta de miedo, satisfacción, que se vive como "felicidad". Alcanzar la
felicidad no es el propósito de la vida, el propósito de la vida es hacernos
dignos de que la vida nos regale felicidad.
Lo que
puedo decir es que la vida es valiosa pero muy costosa. Hay para cada uno una
batería de pruebas diferentes de muy diversa naturaleza, pero de hecho ninguna
es trivial; la trivialidad no forma parte de las pruebas.
Los errores
se pagan caro. Son requisitos indispensables para estar bien: proceder con humildad, hablar con propiedad y
comportarse con cortesía. Es
necesario aprender las artes
del lenguaje y la etiqueta, aprender mucho, discutir sobre
filosofía, practicar caligrafía y quemar incienso. Es fundamental
desarrollar la virtud de la admiración, de la apreciación, la valorización y el
respeto.
El que no
respeta no es digno de vivir.
Cuando las obligaciones
lo permitan, habrá de barrer los suelos, limpiar de maleza el jardín, plantar flores,
podar árboles, recoger madera, hacer fuego, ir en busca de agua y servir de beber
a quienes con uno viven.
Nadie
carece absolutamente de nada, sólo que muchos no saben tomarlo.