El taoísta es natural, lo que significa desprecio de toda complicación, artificio, falsificación o deformación de la vida.
Tiende a liberarse de los barnices superficiales que a menudo impone la vida social.
Cultiva lo auténtico.
No reprime los instintos naturales, más bien los depura y encauza convenientemente.
Procura ajustar su existencia al ritmo natural, sin racionalización alguna o control excesivo.
El taoísta no se singulariza ni desea destacarse del Todo.
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