
Las palabras, la teoría o erudición carecen de valor: "por esto mismo, el Sabio enseña sin hablar". No le corresponde dar recomendaciones morales; su enseñanza se expresa a través de su ser íntegro con su modo de actuar, su mirada, su gesto, la postura de su cuerpo, su respiración, su rostro y su sonrisa.
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